martes, 30 de noviembre de 2010

El laberinto


Es exacto, cuando buscamos nuestra esencia, sumida entre las pasiones y aquellos defectos que nos caracterizan; el amor, como primer motivador que nos impulsa a buscar lo que consideramos bueno o digno, se viste de blanco y se atavia de todas las virtudes que tenemos. Pero la antítesis, quien siempre está presente cuando buscamos hacernos libres, concientes... nos confunde, nos sonríe, nos hace bromas, nos asusta.

¿Es acaso el amor, el fruto de aquella poca conciencia que aún nos queda? ¿Cómo es que esa chispa divinal, brillante escencia que resplandece en el incógnito de nuestra débil mente, nos llama a través de una población ilimitada de seres inicuos? ¿Puede nuestro amor avanzar sobre la confusión y el caos para fundirse con lo único que nos hace humanos?

No, no puedo definir ni inferir, si quiera, lo que espera al que se deja guíar por las afectuosas manos del amor.

¿Cuánto más puedo esperar en el limbo de la conciencia y la inconciencia? ¿Hay alguien en este mundo que pueda hundirme en el abismo abyecto de la infinita perdición? ¿O puedes tu ¡Oh! Divinidad Absoluta, anhelo primigéneo de toda criatura, llevarme más allá de este laberinto por el que cruza mi vida?

sábado, 1 de setiembre de 2007

Sueño del futuro

Siempre que estoy acostado en mi cama recuerdo los momentos vividos durante el día, palabras o frases incompletas, sucesos que lo resaltaron, pequeños logros o decepciones, etc.
Pero hubo un tiempo en que el preámbulo anterior al sueño, conocido como vigilia, no significaba para mi un cúmulo de imágenes o frases sucedidas durante el día. En aquel tiempo concentraba mi atención en el proceso que sucede entre la vigilia y el sueño. No obstante, la costumbre de soñar –antes de dormir- y desviarme del propósito de mi concentración complicaba estos esfuerzos.

Sucedió en una de esas noches; aquellas imágenes vinieron hasta mi luego de entrar al mundo astral, yo inconscientemente participé de lo que comúnmente se denomina sueño.

“Aparezco en un barco de transportes de pasajeros de finales del siglo pasado y me veía tal como en esos años, un joven trigueño de baja estatura y aproximadamente 23 años.

Yo estaba dentro de aquella habitación cuando sentí un temor inexplicable, refugiándome bajo la cama que encontré allí. Fue entonces que vi aquella figura luminosamente blanca, era un caballero con aire supremo; su cuerpo enteramente cubierto por una capa que caía desde sus hombreras hasta sus pies no permitía ver ni su cuerpo, brazos, piernas o pies, traía puesto un casco guerrero tipo romano (yelmo) del que resaltaba una punta de lanza en la parte alta del mismo. A pesar de tener el rostro descubierto, no era posible apreciar sus facciones por el brillo que emanaba de si mismo.

Portentosa figura, distinguido caballero, luminoso Ser; inexplicablemente pronunció una palabra: sígueme. Empesóse a elevar por la escalera que había tras él. Animado por aquella palabra que retumbó al momento de ser pronunciada, salí de mi refugio y dirigiéndome hacia las escaleras, subí tan rápido como me fue posible y sin embargo perdí de vista a aquel Supremo Ser.

Al llegar al último nivel, grande fue mi sorpresa cuando encontré muchas personas, entre hombres y mujeres, quienes iban y venían agitadamente. Observé que el mar que nos rodeaba estaba borrascoso, sin embargo el cielo se pintaba con tonos anaranjados y amarillentos, me recordó mucho al estilo surrealista que muchos artistas siguieron en las primeras décadas del siglo XX.

Me condujeron a una habitación, la única zona con techo en aquel nivel. Estábamos yo y otras personas más adentro, probablemente éramos 5. Inmediatamente comenzaron a tapiar la entrada con adobes y cuando estaban casi cerrándolo todo, una mujer, del grupo de que estaba afuera, se sacó un arete y me lo dio en la mano. Confundido quedé cuando vi que ese arete era una muñeca rusa, que yo en ese momento interpreté como una virgen de tamaño muy pequeño.”

El mundo astral es extraño y poco comprendido hasta por quienes intentan descubrir sus infinitos secretos. Allí encontramos personas de ayer, hoy y siempre, nuestro pasado, presente y futuro. Después de 7 años descubrí que esa visita nocturna al mundo astral, era un presagio de lo que ha venido a sucederme con el transcurso del tiempo.

martes, 28 de agosto de 2007

Reflexiones, ¿Qué buscamos?

Cuando el hombre mira al cielo y enfoca su mirada en el infinito, no debe sorprendernos que está en busca de algo que escapa a su comprensión y a los cinco sentidos físicos que disponemos. En este intento por encontrar la esencia de su anhelo, el hombre desprecia lo que sucede alrededor suyo, la mayoría afirmaría que tal hombre es un demente o que desperdicia su tiempo; sin embargo la experiencia directa ha comprobado que es en aquellos momentos cuando él se deja dominar por su parte más íntima, por aquella chispa divina que busca encontrar su origen en el universo.

(Demostrar la existencia de una chispa divina en nosotros o en algún otro lugar no es el motivo de este capítulo, al respecto existen numerosos tratados en todo el mundo y que vienen desde tiempos muy antiguos, pasando por griegos e hindúes y en tiempos más recientes, la no menos importante mónada de Leibnitz.)

La búsqueda es intensa en aquellos breves segundos, dejamos de sentir el cuerpo y todo lo que nos rodea ya no existe. Fija nuestra mirada en lontananza, nuestra concentración está más allá todavía, es increíble que mirando un solo punto pueda ocurrir tan maravillosa abstracción, no creemos buscar aquel principio con los sentidos o con razonamientos, simplemente esperamos que llegue a nosotros la respuesta a este anhelo, eso que conocemos como conocimiento.

Para muchas personas esto no puede ser comprendido porque jamás lo han experimentado y su experiencia directa se cimienta en lo que pueden captar sus 5 sentidos físicos, han olvidado que los sentimientos son tan nobles como el razonamiento. Explicar lógicamente lo que se comprende con facilidad por los sentimientos resulta prioritario para transmitir la idea exacta del anhelo más profundo.

Si nos atrevemos [imaginariamente] a dividirnos en dos, diríamos que en una mitad están los razonamientos y en la otra los sentimientos, al primero regularmente se le representa con el cerebro y al segundo con el corazón.

En la naturaleza observamos un orden, proporciones que aseguran el equilibrio en los ecosistemas. Pueden existir más presas que depredadores, pero siempre la proporción se mantiene para que ninguna especie esté condenada a la extinción prematura. Tampoco podemos decir que existe más frío que calor o más blanco que negro. Apreciamos que los extremos fríos o calientes, blancos o negros, etc., no existen más que en una proporción mínima, siendo lo intermedio lo que predomina. Así, hay cumbres muy altas y profundidades abisales, pero también hay llanuras y pisos ecológicos intermedios.

De lo anteriormente dicho se desprende que no son fundamentales los extremos ni lo que es intermedio, aparentemente sólo son objetos de un agente superior, al que llamaremos proporción. Esta proporción no es fácil de definir, pero la comprendemos intuitivamente. Seguro que muchos hemos intuido que es la medida exacta y justa para que las cosas o situaciones mantengan el orden. Así la naturaleza se ha servido de esta proporción para permanecer en orden por millones de años.

Alguien más atrevido pudo pensar que el orden es consecuencia de la proporción. Los pesimistas dirían que la proporción no es absoluta porque la naturaleza no siempre ha permanecido en orden. Creo que un filósofo respondería que el concepto de proporción no se ha alterado muy a pesar de que el orden no se haya mantenido. Todos parecen acertados, el concepto de proporción es inalterable pero no es de aplicación eterna, entonces ¿hay una contradicción?

La raza humana no tiene memoria directa de más de 5 000 años, los eones en los que la naturaleza ha mantenido el orden debería parecernos una eternidad. ¿Por qué queremos buscar esa exactitud y rigurosidad en los cálculos? ¿Por qué exigimos conceptos más elaborados que sean absolutos y eternos? ¿Acaso buscamos la verdad final en todo? Esa misma respuesta es la que debemos mostrar a quienes buscan su anhelo más profundo hurgando en el infinito.

De un modo u otro, viajando por el infinito o tomando medidas y haciendo cálculos, todos buscamos nuestra verdad.

domingo, 26 de agosto de 2007

El hombre y la bestia, Introducción

Introducción

La teoría evolucionista del Dr. Charles Darwin tiene sus cimientos obtenidos de restos fósiles comparados con los actuales seres vivos. De todos es conocimiento que existen dos posiciones claras y casi opuestas del origen del hombre, la primera ya mencionada y la segunda está relacionada a la creencia religiosa de muchos grupos de personas.

Por observación evidenciamos un parentesco muy peculiar con los simios y se han encontrado restos fósiles que apoyan tal “teoría” aunque no son contundentes y menos aún, probatorias. De mi parte no puedo explicar inconsistencias tales como la probable desaparición del pelaje sobre nuestro cuerpo, casi todas las criaturas de tamaño similar al nuestro tienen una cubierta, sea peluda o grasosa y los que no la tienen viven bajo tierra. En la mencionada “teoría” podría decirse que la evolución hizo que el hombre pierda su pelaje conforme se iba cubriendo con pieles ajenas, pero yo no alcanzaría a comprender porqué la parte púbica y axilar siguen recubiertas de pelos siendo estas las que han tenido prioridad en ser cubiertas. Como sea, yo prefiero darle el nombre de hipótesis evolucionista.

En cuanto a que el hombre vino por creación divina y que cierto dios, luego de tomar un puñado de barro en su mano infundióse vida en esto con su soplo, es un argumento más difícil de refutar que el anterior. Y puesto que aquí se trata de fe, reflexionemos si nosotros venimos de un barro o de una mujer ¿no será que el primer ser humano pudo venir de un soplo divino y los demás de una mujer? ¿Acaso el primer habitante humano era como nosotros? Si el primer ser humano fue creado a imagen y semejanza de su dios, este debió ser muy espiritual, algo que contrasta con nosotros y aquí la pregunta ¿realmente somos tal como el primer hombre para decir que tenemos imagen y semejanza de aquel dios? Y si alguien me dice que es semejanza al cuerpo del creador, yo le diré que nuestro cuerpo no es perfecto y lógicamente tampoco lo sería el cuerpo de ese dios.

Mientras que en la hipótesis evolucionista si es aceptable y necesario que el género humano se reproduzca de una mujer, la hipótesis religiosa no lo permite, ya que sólo el primer hombre ha sido creado de barro y todos los demás vienen de la carne. La primera posición (hipótesis) es de índole física o tangible y la segunda claramente intangible perdida en los misterios de la religiosidad humana.

Trataré en las siguientes hojas de argumentar con criterios lógicos que el verdadero hombre no desciende de un animal; sin embargo, el cuerpo que utiliza este hombre verdadero si pudo llegar por evolución hasta su actual forma física. También plantearé que el “llamado” ser humano que habita este planeta no es hombre, sino bestia.

Syd.