martes, 28 de agosto de 2007

Reflexiones, ¿Qué buscamos?

Cuando el hombre mira al cielo y enfoca su mirada en el infinito, no debe sorprendernos que está en busca de algo que escapa a su comprensión y a los cinco sentidos físicos que disponemos. En este intento por encontrar la esencia de su anhelo, el hombre desprecia lo que sucede alrededor suyo, la mayoría afirmaría que tal hombre es un demente o que desperdicia su tiempo; sin embargo la experiencia directa ha comprobado que es en aquellos momentos cuando él se deja dominar por su parte más íntima, por aquella chispa divina que busca encontrar su origen en el universo.

(Demostrar la existencia de una chispa divina en nosotros o en algún otro lugar no es el motivo de este capítulo, al respecto existen numerosos tratados en todo el mundo y que vienen desde tiempos muy antiguos, pasando por griegos e hindúes y en tiempos más recientes, la no menos importante mónada de Leibnitz.)

La búsqueda es intensa en aquellos breves segundos, dejamos de sentir el cuerpo y todo lo que nos rodea ya no existe. Fija nuestra mirada en lontananza, nuestra concentración está más allá todavía, es increíble que mirando un solo punto pueda ocurrir tan maravillosa abstracción, no creemos buscar aquel principio con los sentidos o con razonamientos, simplemente esperamos que llegue a nosotros la respuesta a este anhelo, eso que conocemos como conocimiento.

Para muchas personas esto no puede ser comprendido porque jamás lo han experimentado y su experiencia directa se cimienta en lo que pueden captar sus 5 sentidos físicos, han olvidado que los sentimientos son tan nobles como el razonamiento. Explicar lógicamente lo que se comprende con facilidad por los sentimientos resulta prioritario para transmitir la idea exacta del anhelo más profundo.

Si nos atrevemos [imaginariamente] a dividirnos en dos, diríamos que en una mitad están los razonamientos y en la otra los sentimientos, al primero regularmente se le representa con el cerebro y al segundo con el corazón.

En la naturaleza observamos un orden, proporciones que aseguran el equilibrio en los ecosistemas. Pueden existir más presas que depredadores, pero siempre la proporción se mantiene para que ninguna especie esté condenada a la extinción prematura. Tampoco podemos decir que existe más frío que calor o más blanco que negro. Apreciamos que los extremos fríos o calientes, blancos o negros, etc., no existen más que en una proporción mínima, siendo lo intermedio lo que predomina. Así, hay cumbres muy altas y profundidades abisales, pero también hay llanuras y pisos ecológicos intermedios.

De lo anteriormente dicho se desprende que no son fundamentales los extremos ni lo que es intermedio, aparentemente sólo son objetos de un agente superior, al que llamaremos proporción. Esta proporción no es fácil de definir, pero la comprendemos intuitivamente. Seguro que muchos hemos intuido que es la medida exacta y justa para que las cosas o situaciones mantengan el orden. Así la naturaleza se ha servido de esta proporción para permanecer en orden por millones de años.

Alguien más atrevido pudo pensar que el orden es consecuencia de la proporción. Los pesimistas dirían que la proporción no es absoluta porque la naturaleza no siempre ha permanecido en orden. Creo que un filósofo respondería que el concepto de proporción no se ha alterado muy a pesar de que el orden no se haya mantenido. Todos parecen acertados, el concepto de proporción es inalterable pero no es de aplicación eterna, entonces ¿hay una contradicción?

La raza humana no tiene memoria directa de más de 5 000 años, los eones en los que la naturaleza ha mantenido el orden debería parecernos una eternidad. ¿Por qué queremos buscar esa exactitud y rigurosidad en los cálculos? ¿Por qué exigimos conceptos más elaborados que sean absolutos y eternos? ¿Acaso buscamos la verdad final en todo? Esa misma respuesta es la que debemos mostrar a quienes buscan su anhelo más profundo hurgando en el infinito.

De un modo u otro, viajando por el infinito o tomando medidas y haciendo cálculos, todos buscamos nuestra verdad.

No hay comentarios.: